He aquí un buen ejemplo de algo que debería poner a pensar a muchas personas...
Una niña de 6 años estaba en el asiento de niños en la parte de atrás del auto de su padre, cuando este perdió el control del automóvil y chocó contra un poste de luz/eléctrico. La niña sufrió graves fracturas en su cabeza, y duró un mes en coma bajo cuidados intensivos.
Al despertar, la niña no solo había olvidado cosas tan básicas como hablar o comer, sino que incluso su personalidad dio un giro de 180 grados. Afortunadamente gracias a terapia se está recuperando, pero ahora con una personalidad distinta a la que tenía antes del accidente.
¿Por qué les comento sobre esta noticia? Pues muchos todavía en pleno siglo 21 continúan pensando que lo que define quienes somos es algo que no podemos tocar, sentir o medir, y que está supuestamente dentro de nosotros (por estos rumbos le llaman "alma").
Sin embargo, piensen en esto: Si fuera cierto que quienes somos es un producto de tal alma, ¿por qué habría de afectar un accidente físico a esta y cambiar la personalidad de la persona?
Hay dos posibles respuestas a esa pregunta, y ninguna ayuda a la superstición:
1. La primera es que "el alma" sería entonces algo físico al igual que el cuerpo, pero de ser así eso invalidaría el concepto del alma como algo "más allá" del mundo físico. Así mismo si fuera físico entonces consiguientemente podríamos detectar tal alma con instrumentos científicos, pero nunca se ha detectado tal cosa.
2. La segunda razón es bastante sencilla: El alma no existe. Lo que sucede es que nuestra personalidad no es más que el producto del cerebro, y cuando el cerebro es dañado (como el caso de esta niña), eso obviamente produce cambios en los patrones del cerebro que define quienes somos, y suceden estos cambios.
Y noten a propósito, que al menos yo presencié un caso similar en persona hace unos años...
Sucedió con un amigo en la universidad que practicaba el salto de garrocha. Sucede que un día (yo no estuve presente en el momento del suceso) este cometió un error en el salto, y cayó directamente sobre su cabeza, terminando en coma.
Días después, fui a visitarlo al hospital con un tarrón de helado de regalo, pero cuando llegué él ni idea tenía quien era yo, pero más sorprendente aun, es que su personalidad cambió completamente, cosa que se hizo evidente al poco tiempo. Hablaba diferente, se expresaba diferente, vestía diferente, opinaba diferente. Era, en todo el sentido de la palabra, otra persona.
Entonces, moraleja: Como he mencionado incontables veces en el blog, lo que somos no es más que el producto de nuestros cerebros. Se que no suena tan poético como decir que tenemos una bella alma dentro de cada uno de nosotros (e incluso, estoy consciente que alrededor del 85% de ustedes no está de acuerdo conmigo en ese aspecto), pero, es la realidad...
Nota: Si les interesó este artículo, no dejen de leer este otro caso sobre siamesas que comparten un solo cerebro y sus sentidos.
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